Hay más países en conflicto que en los últimos 30 años y para atender las necesidades de 41 millones de niños en todo el mundo serán necesarios alrededor de 3.430 millones de euros este año, según Unicef. En 2018, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia recaudó apenas la mitad del dinero solicitado, con lo cual hacer más con menos recursos es algo cada vez más necesario según la organización. Y es aquí cuando entra en juego la innovación, explica Clara Palau, jefa de producto de la unidad dedicada a ello de Unicef. El miércoles, Palau contestó en directo a través de Facebook a las preguntas de Planeta Futuro. 

“Innovación no equivale solamente a nuevas tecnologías. Es buscar hacer las cosas de manera más eficaz con menos recursos o tener un mayor alcance”, asegura Palau. Una simple banda para medir el perímetro del brazo de un niño y comprobar si está desnutrido puede considerarse un claro ejemplo de innovación. “Antes de disponer de este pedacito de papel todo esto dependía del diagnóstico de una persona”.

Los drones, que muchas veces aparecen en los medios por su capacidad destructora, también pueden desempeñar un papel crucial en la acción humanitaria. El pasado mes de diciembre, por ejemplo, un bebé de Vanuatu recibió la primera vacuna distribuida por un vehículo aéreo no tripulado. 

Las posibilidades ofrecidas por el móvil también son numerosas, incluso algo que pueda parecer obsoleto como los mensajes de textos. “Es la herramienta número uno. Dos tercios de la población mundial disponen de móvil, incluso en aldeas en las que no hay electricidad, aunque no todos son smartphones. No utilizar el móvil sería cómo cerrar millones de ojos y voces en el terreno”. En caso de epidemias como la de zika o de ébola, esta herramienta ha resultado muy útil para predecir los desplazamientos de población o para reunificaciones familiares en los conflictos.

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