Esta mañana, las calles en Wuhan están poco transitadas. Un manto de contaminación cubre el cielo, dándole un aspecto gris y espeso. A las diez de la mañana, tres de la madrugada en España, entró en vigor el veto anunciado este miércoles por las autoridades locales. A partir de entonces y hasta nuevo aviso, las personas que estén dentro de la población no podrán salir, tampoco al revés, lo que convertirá a Wuhan en una ciudad cerrada. El gobierno chino pretende, de este modo, poner coto a la propagación del recién descubierto coronavirus 2019-nCoV, el cual ha realizado un avance significativo en los últimos días, tanto fuera como dentro de sus fronteras. Las cifras más recientes colocan el número de víctimas en 17 fallecidos y 561 infectados.

Esta medida afecta a todos los vuelos, trenes y autobuses, así como al servicio de metro. En la estación de Yunfei, por ejemplo, han colocado una reja en todos los accesos menos uno. Allí, un guardia de seguridad que prefiere no revelar su nombre comenta que la cantidad de gente esta mañana es mucho menor que la de un día normal. A las 10 echarán el cierre definitivo y él se confiesa “deseoso de volver a casa”. No está claro si la prohibición afecta también a taxis interurbanos, aunque en la calle no se ve ninguno y en Didi –una aplicación telefónica similar a Uber– no hay conductores disponibles. Las autopistas han sido cortadas, por lo que los coches particulares tampoco pueden abandonar la ciudad. Este bloqueo es una de las medidas que incluye el protocolo de acción de mayor gravedad, cuya puesta en marcha anunció ayer el Consejo de Estado, aunque el escenario sigue catalogado como enfermedad infecciosa de nivel B, el segundo más alto. Otro de los preceptos contemplados es la movilización de las fuerzas armadas.

Ante el anuncio del cerco, una gran cantidad de gente ha puesto rumbo al aeropuerto y las estaciones de tren con el propósito de salir de la ciudad antes de que entre en vigor.

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