Aunque de momento sólo existan hipótesis acerca de su origen, lo cierto es que se trata de un virus diferente a los demás. Sin embargo, no por ello va a quedar reducido a mera anécdota, sino todo lo contrario. Porque el Coronavirus, en su implacable expansión, ya lleva achicados un buen número de pulmones. Hasta la fecha, el número de cadáveres ha superado la cifra de los 800.

Según un estudio genómico, todo apunta a que se originó en el murciélago, y que del murciélago pasó al Pangolín, y que del escamoso Pangolín pasó al hombre. Pero el circuito viral todavía es hipótesis y ya sabemos: las hipótesis ni son verdaderas ni falsas. Por algo son hipótesis; suposiciones creadas a partir de argumentos tangibles, es decir, material pensable.

Hemos visto las imágenes; gentes de Wuhan cubiertas con mascarillas y la alarma que se contagia hasta alcanzar la paranoia colectiva. El dios Pan toca la flauta y se levanta un hospital en tiempo récord; un edificio para albergar a personas parasitadas con el nuevo microorganismo. La propaganda de alarma se extiende con la misma rapidez que la propaganda tranquilizadora.

Tal vez sea esto una muestra del contraste que envuelve nuestra época y también una manera de representar la realidad de manera dialéctica, es decir, arriesgándose a entrar en contradicción con la misma realidad. Resulta chocante comprobar que, en un mundo condicionado por los avances científicos y tecnológicos, donde todo tiende a ser predecible, nuestra felicidad dependa de un requisito tan borroso como que el futuro sea incierto, pongamos que amenazante.

Resulta chocante comprobar que, en un mundo condicionado por los avances científicos y tecnológicos, donde todo tiende a ser predecible, nuestra felicidad dependa de un requisito tan borroso como que el futuro sea incierto, pongamos que amenazante

Pero todas estas cosas ya las contó el escritor norteamericano Jack London en su novela La Peste Escarlata donde supo anticiparse a la incertidumbre del entorno. Con su publicación, en 1912,

 » Más información en elpais.es