Convivimos con personas que tienen comportamientos tóxicos, aunque no les llamemos así. De hecho, se calcula que en torno al 5% de los trabajadores tienen actitudes tóxicas, según un estudio realizado en Harvard Business School. Tienen tanto impacto, que son capaces de destruir el ambiente de trabajo y la motivación del resto de los compañeros. Para neutralizar el efecto es mejor evitarlos que contratar a súper estrellas, como se deduce de los datos. En dicho estudio, realizado en Estados Unidos, se estima que las pérdidas que producen los comportamientos tóxicos de un profesional son de 12.500 dólares al año, frente al beneficio de 5.300 dólares de un trabajador brillante (estos datos están hechos en el mercado del “despido libre”, por lo que en las organizaciones donde no sea tan fácil es posible que la cifra fuera superior). Por ello, se necesita poder abordar estas situaciones rápidamente, para que los problemas no se enquisten. Veamos cómo:

El primer paso consiste en saber identificar un comportamiento tóxico. Los hay de mil y una maneras: el escaqueador profesional, el pesimista que absorbe la energía de su alrededor, el criticón al que todo le parece mal, el manipulador, el trepa que se atribuye los éxitos… En este punto es importante saber si la actitud que tiene es algo puntual o es una característica estructural. Puede ser que esté viviendo un periodo de mucho trabajo y se queje por ello (y con razón). Sin embargo, los comportamientos tóxicos son constantes, independientemente de la posición o del momento que esté pasando la empresa.

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Segundo, hay que conversar con la persona y exponer el problema. Se debe evitar el ir por la espalda, criticar al otro y cansar al resto de la propia situación (lo que lleva a una actitud tóxica, también). Hace falta afrontarlo y mantener una conversación, que muy probablemente será difícil. De hecho, según el estudio de Harvard, hay muchas personas con comportamientos tóxicos que se caracterizan por un alto egocentrismo, confianza y seguimiento pulcro de las reglas,

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