Para fabricar el sumanirol, la poderosa farmacéutica Pfizer necesitó suficiente gas de hidrógeno como para llenar un estadio y miles de litros de amoniaco tóxico. Y todo el experimento debía hacerse a -35º. Ahora, un equipo de químicos estadounidense ha fabricado este fármaco, presentado como posible cura contra el párkinson, con un experimento que “podrían hacer con sus hijos en la cocina”.

Eso es lo que sostiene Phil Baran, catedrático del Instituto de Investigación Scripps en La Jolla (California) en un artículo publicado esta semana en Science en el que esboza su innovador método para producir los componentes químicos que forman los bloques básicos de los fármacos.

Las repercusiones podrían ser inmensas: “Esto abre la puerta a la preparación de algunos candidatos a medicamentos realmente prometedores”, señala David Hickey, profesor adjunto de investigación en la Universidad de Utah y coautor del artículo. Explica que Pfizer se ha visto obligada a descartar muchos fármacos contemplados para su desarrollo simplemente porque eran demasiado difíciles, peligrosos y caros de fabricar. El sumanirol es uno de ellos, aparcado hace más de una década precisamente por esas razones.

De hecho, el equipo investigador –una mezcla ecléctica de científicos de varias universidades estadounidenses, de la sección de Desarrollo e Investigación de Pfizer y de la empresa farmacéutica china Asymchen– ya ha avanzado desde su artículo de demostración del principio. Actualmente, algunos de ellos han empezado a trabajar en la fabricación de cuatro fármacos con la vista puesta en futuros ensayos clínicos, señala Hickey. Aunque se muestran reacios a especificar cuáles son concretamente esos fármacos, Baran revela que uno de ellos está relacionado con la oncología y otro con la inmunología.

La historia de este avance comienza de hecho con las baterías. Hoy en día, las baterías de iones de litio están en todas partes, desde los móviles hasta los ordenadores, pasando por los coches eléctricos. A menudo son de un color plateado brillante y parecen pequeñas y ligeras en la mano, como cualquier otra pila, pero su inocua fachada esconde un peligro.

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