El bacilo de Koch es para la mayoría de la población inofensivo. Se estima que una cuarta parte de las personas del mundo lo portan, pero casi siempre permanece latente, sin que se advierta siquiera su presencia. Solo entre un 5% y un 10% de ellas desarrollan la tuberculosis, una enfermedad que tiene cura. Sin embargo, no hay otra bacteria en la Tierra que cause tantas muertes humanas. En 2018 fueron 1,5 millones, según los datos que acaba de presentar la Organización Mundial de la Salud (OMS) en su último informe. Son aproximadamente 100.000 menos que en el anterior reporte, una mejora, pero insuficiente para terminar con la pandemia en 2030, tal y como establecen los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

El lado bueno es que ha habido un avance sustancial en el diagnóstico, uno de los grandes problemas de la tuberculosis: alrededor de una tercera parte de quienes desarrollan la enfermedad no lo saben, así que no reciben el tratamiento adecuado, no se curan y esparcen la bacteria. De las 10 millones de personas que se infectan cada año —una cifra que se mantiene más o menos estable desde hace tiempo—, en 2017 fueron diagnosticadas 6,4 millones y en 2018, siete millones. Otra mejora, pero también insuficiente.

“Todavía hay alrededor de tres millones de personas que no recibieron atención de calidad. Ha habido una expansión del acceso preventivo, pero los números alcanzado se quedan todavía cortos para llegar a proveer de tratamiento preventivo a al menos 30 millones de personas entre 2018 y 2020”, reflexiona en el informe Tereza Kasaeva, directora del programa de Tuberculosis de la OMS.

Esta cifra no es aleatoria, es la que calculan necesaria para el objetivo de reducir en un 90% las muertes por la enfermedad en 2030 y rebajar los casos en un 80%. Este fue el compromiso que adquirieron jefes de gobierno y Estado el año pasado en la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, cuando por primera vez se discutió el problema al más alto nivel.

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