El peso de una libreta tamaño folio ronda el medio kilo. El de un libro de texto, igual. Si los niños de ocho años pueden tener una decena de asignaturas, solo hay que sumar. Y aunque no siempre deba llevar todo su material, hay que contar con el estuche, el bocadillo o el diccionario. Entre cuatro y cinco kilos con facilidad, lo que representa entre el 16% y el 20% del peso corporal de un peque que ronde los 25 kilos (es como si un adulto de 90 kilos llevara 15 kilos a la espalda camino del trabajo). Representa una carga excesiva que puede causar problemas. Un estudio realizado por el grupo de Investigación PODUMA, de la Universidad de Málaga, indica que, si la mochila supone el 15% o más del peso de los peques, la reacción del cuerpo es modificar notablemente su forma de caminar. Las zancadas se vuelven más cortas y los pies pasan más tiempo en contacto con el suelo. «Y la ciencia nos dice que este es el primer paso para tener lesiones musculoesqueléticas», explica Gabriel Gijón, miembro del grupo de investigación que ha realizado el análisis.

Publicado en la revista científica Scientific Reports y elaborado por cinco investigadores de la universidad malagueña y una investigadora de la universidad de La Trobe en Melbourne (Australia), el estudio se realizó a lo largo del curso pasado. En él participaron 231 menores de entre seis y doce años de diferentes colegios malagueños. Fueron seleccionados al azar e hicieron pruebas para comprobar cómo diferentes pesos en una mochila Quechua estándar podían afectar al paso. Cada niño o niña hizo cinco pequeñas caminatas con el 5%, 10%, 15% y 20% de su peso, así como una más sin carga alguna. En todos los casos se detectó que a partir del 15% la forma de la pisada variaba.

«En su día a día llevar esa carga afecta a la posición de su cuerpo. Lo importante es que es una predisposición para tener problemas en el futuro», dice Gijón, que también es miembro del grupo de investigación Cronicidad,

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