Juan, de 82 años, y María de 80, son una pareja de ancianos que viven solos, pero debido a su avanzada edad el día a día comienza a ser cada vez más complicado. Las tareas que antes eran rutinarias, como hacer la comida y limpiar la casa o asearse, se han convertido en un trabajo arduo ya que los achaques lógicos de la edad les han restado movilidad y agilidad transformando su vida diaria. Además, su hijo mayor vive en otra ciudad y el benjamín de la familia tiene un horario laboral que le impide estar con ellos todo lo que le gustaría. 

Juan y María son personajes ficticios, pero podrían ser una pareja cualquiera de ancianos de cualquier ciudad. El aumento de la esperanza de vida, que en España es de 83 años según los últimos datos del INE, unido a un ritmo de vida cada vez más frenético son los principales motivos por los que las familias ya no pueden hacerse cargo de sus mayores. Para muchas de ellas las residencias de ancianos no son una solución, bien por el elevado coste económico que suponen, o porque, a pesar de los achaques, los mayores todavía pueden valerse por sí mismos y no quieren sacarlos de su hogar. 

Como solución alternativa existe la posibilidad de contratar un cuidador para que acompañe y ayude a los ancianos durante esas horas que las familias no pueden. El problema surge cuando los mayores se resisten a que un profesional les eche una mano en sus tareas cotidianas. 

«Cuando el anciano todavía cuenta con todas sus facultades, pero el principal problema es el déficit de movilidad normal de la edad, lo mejor es intentar convencerlos de que un cuidador les va a facilitar la vida», explica Virginia Barriomontero, psicóloga y psicogerontóloga. En su opinión lo principal es que nuestros mayores sean conscientes de sus necesidades, ya que si no admiten que necesitan ayuda nunca la aceptarán por mucho que la familia lo haga con la mejor de las intenciones. 

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