El embarazo es un momento delicado para la salud de una mujer, en el que determinados tratamientos pueden causar problemas secundarios adicionales. Por eso, si aparece un problema de salud grave puede presentarse un serio dilema.

¿Es preferible esperar o empezar cuanto antes?

Afortunadamente, los casos en los que se diagnostican cánceres a las mujeres embarazadas son relativamente escasos: se estima que rondan el 0,1%. En el caso de que surja el problema, casi siempre existen varias opciones de tratamiento.

Lógicamente, la forma de proceder va a depender de las características del caso. Así, los médicos deberán tener en cuenta factores variados, tales como el tipo de cáncer, su estadio (extensión) y pronóstico; o las semanas de gestación en el momento del diagnóstico, la viabilidad fetal y los riesgos para el feto de inducir un parto prematuro.

En función de esto, por ejemplo, los médicos podrían decidir retrasar el comienzo del tratamiento hasta que el niño pueda nacer de manera segura. Esta posibilidad tiene más garantías cuando el embarazo ya está avanzado y el cáncer es más precoz.

Otra opción, siempre de acuerdo a los deseos de la madre, puede ser la terminación del embarazo de manera que se pueda dar comienzo al tratamiento cuanto antes. Se trata de la situación inversa: es una estrategia más apropiada cuanto más temprano sea el embarazo o más avanzado esté el cáncer.

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