Si en la lista de buenos propósitos de Año Nuevo has incluido comenzar a comer menos carne sin más dilación, enhorabuena. Tu salud y la del planeta te lo agradecerán. Ahora, una cosa es decirlo y otra romper con toda una vida de bistecs, chuletas y hamburguesas. Una vez te pongas manos a la obra te surgirán dudas sobre qué poner en el plato para no perder fuerza o engordar, habrá momentos de flaqueza en los que no tendrás claro qué beneficios tiene privarse de un alimento tan asequible, y habrá ocasiones en las que te preguntarás si todo esto de reducir el consumo de carne no será más que una moda pasajera, una pérdida de tiempo. Es natural, pero cumplir el plan poco a poco vale la pena. Así que guarda y relee las próximas líneas tantas veces como sean necesarias hasta que hayas convertido tu propósito en un nuevo hábito saludable.

No se trata de dar la espalda a este alimento completamente. Parece claro que los españoles (y el patrón se repite en otros países) consumimos mucha carne roja y productos procesados, lo que significa que hay un amplio margen para recortar sin acabar comiendo solo verde. «La idea es mantener más consumo de carnes no rojas con respecto a las rojas, el recomendado de pescado y el de legumbres. ¿Quieres reducir drásticamente tu consumo de carnes? Compensa con pescado y legumbres. ¿Quieres disminuir también el de pescado? La estrategia entonces será asegurar una alta ingesta de legumbres», dice Eduard Baladia, miembro de la Academia Española de Nutrición y Dietética y coordinador de la Red de Nutrición Basada en la Evidencia (RED-NuBE). Así se hace la transición sin comprometer la presencia de un solo nutriente.

Las proteínas y el hierro ‘de la cocina de la abuela’

Más de un 30% de los españoles consume proteínas por encima del rango recomendado, según datos del informe ANIBES. El documento también señala que el 33,1% de ellas proceden de la carne y sus derivados, lo que significa que hay casi un 70% de alimentos proteicos en la dieta que no son carne.

 » Más información en elpais.es