El coronavirus de Wuhan no da tregua. Cada mañana, cuando las Autoridades publican los datos recopilados durante el día anterior, el corazón de la población china da un vuelco. Este viernes, otro susto: el número de fallecidos se incrementó en 42 -la cifra más alta desde que se identificó el brote- y alcanzó los 213, mientras que el de infectados sumó casi 2.000 y coqueteó con los diez mil casos confirmados. Es una progresión mucho más veloz que la del Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS, por sus siglas en inglés) que entre 2003 y 2004 dejó casi 800 muertos. Por eso, el Gobierno insiste en continuar aplicando las draconianas medidas de cuarentena que afectan a la provincia de Hubei, epicentro de la epidemia, y en pedir calma y paciencia a la población.

No obstante, algunas de las informaciones que corrieron este viernes como la pólvora en las redes sociales chinas no son tan tranquilizadoras. Ciudadanos de Wuhan publicaron fotografías en las que se ve cómo la escasez de material médico obliga a los sanitarios a protegerse con trajes confeccionados con bolsas de basura o con gafas de bucear. Aunque Pekín insiste en que cuenta con el personal suficiente para afrontar la emergencia sanitaria, y ha desplazado ya a más de 6.000 médicos y enfermeros a la zona más afectada por el coronavirus 2019-nCoV, los dirigentes locales reconocen que el desabastecimiento de elementos de protección es severo.

Se nota en Shanghái, donde la mayoría de las farmacias advierte con una nota en la puerta de que las mascarillas y el líquido desinfectante se han agotado. Para evitar que el desabastecimiento se convierta en un peligro, ayer el Ayuntamiento anunció un programa que requiere de un registro ‘on-line’ con documento de identidad para acceder a un máximo de cinco mascarillas por familia, que serán distribuidas a cada individuo a la hora y en el lugar determinados por las Autoridades dependiendo del suministro.

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