El período de incubación del coronavirus de Wuhan va de un solo día a dos semanas, y es habitualmente de unos diez días. Durante ese tiempo, aunque no manifieste ningún síntoma, el infectado puede contagiar a otras personas. «Hay quienes no tienen fiebre, pero han contraído el virus y pueden transmitirlo. Son portadores invisibles que dificultan el control de la epidemia», informó ayer el responsable de la Comisión Nacional de Salud de China (CNS), Ma Xiaowen.

Por eso, la única forma de detener su propagación es evitando que la ciudadanía viaje, independientemente de que se sienta sana, y asegurándose de que utiliza una mascarilla apropiada siempre que se mueve en lugares públicos. Lograr que eso se cumpla en un país de las dimensiones y de la población de China no es tarea fácil, razón por la que se han bloqueado todas las vías de acceso a las ciudades puestas en cuarentena en Hubei, la provincia en el epicentro de la infección y en la que es obligatorio cubrirse nariz y boca.

El problema es que Zhou Xianwang, alcalde de la capital de la provincia, Wuhan, admitió ayer que 5 millones de personas abandonaron esta localidad de 11 millones de habitantes desde que se detectó el primer caso, y que espera que se registren al menos mil más. «Estamos muy apenados y llenos de remordimiento. Nos culpamos por lo que sucede», añadió el gobernador de Hubei, Wang Xiaodong, otro de los dirigentes a los que la población acusa de haber actuado demasiado tarde.

Por si fuese poco, los mandatarios del país reconocieron en una rueda de prensa que la segunda potencia mundial no cuenta con suficientes recursos materiales para proteger a toda la población frente a la amenaza del 2019 nCoV, por lo que han pedido a las empresas fabricantes de mascarillas y de trajes aislantes que reanuden la producción de estos elementos vitales para alcanzar al menos el 40% de la capacidad del país y abastecer a quienes más riesgo corren.

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