He leído con gran expectación en EL PAÍS la noticia del diseño de máquinas vivientes o biobots a partir de células vivas. Creo que se trata de un hito tecnocientífico de primer orden por todas las posibilidades que ofrece, pero también de un punto de inflexión en el campo del pensamiento, ya que obliga a replantearse ideas filosóficas tan arraigadas como la de “naturaleza”, concebida desde los griegos como todo aquello que se genera por sí mismo al margen de la técnica. En tanto la noción misma de biobot o máquina biológica cuestiona la clásica distinción entre lo natural y lo artificial, abre la puerta a reflexionar sobre categorías intermedias hasta ahora inéditas. Sin olvidar las interrogantes éticas sobre los límites de la manipulación de los organismos vivos que esta investigación suscita y la perentoriedad de su regulación legal.

Pedro Feal Veira. A Coruña

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