Silicon Valley es conocido por su papel de polo mundial de desarrollo tecnológico y los millones de dólares que generan sus gigantes digitales. Pero el paraíso geek por excelencia también es el lugar donde se fraguan tendencias de salud de lo más extravagantes, generalmente ligadas al aumento de la productividad personal. Los ejecutivos de San Francisco han puesto de moda la dieta del ayuno intermitente, la de beber agua cruda de la lluvia y depósitos sin tratar, la de consumir microdosis de LSD para rendir mejor en el trabajo… y ahora llega la de alejarnos de todo aquello que produce placer– desde la alimentación, el alcohol y el sexo hasta las redes sociales y las nuevas tecnologías. La práctica se conoce como ayuno de dopamina, un término acuñado por el psicólogo e inversor tecnológico Cameron Sepah al que se le atribuyen las bondades de «reiniciar» y mejorar la eficiencia del cerebro. O sea, como una manera de librarnos de los «vicios» que nos impiden alcanzar nuestras mentas y potenciar la productividad. ¿Vale la pena intentarlo?

Contra la hormona del deseo y la motivación

La dopamina es un neurotransmisor básico del sistema nervioso central y no es dañina, recuerda la neurocientífica Raquel Marín, profesora de Fisiología de la Universidad de La Laguna, en Tenerife. El cerebro la necesita para múltiples tareas, relacionadas con la memoria, la motivación, la recompensa, el aprendizaje, la atención y los estados de alerta. «También está implicada en funciones motoras, se estimula cuando nos enamoramos e incluso actúa en la producción de prolactina, la hormona de la secreción de leche en la mama», apunta Marín.

El hecho de que se libere dopamina en el cerebro cuando sentimos algún tipo de satisfacción o bienestar por actividades como leer un libro, salir con los amigos, viajar o practicar sexo, hizo que durante mucho tiempo se creyera que esta molécula era la responsable del sentimiento del placer. Ahora se le conoce como el neurotransmisor del deseo y la motivación.

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