Estamos a las puertas de una revolución cuyas consecuencias últimas ni siquiera podemos imaginar. El conocimiento acumulado en biología y genética va a permitir, como explica el historiador Yuval Noah Harari, que el Homo Sapiens se convierta en una especie de Homo Deus capaz de decidir su propio destino biológico. Va a poder alterar la herencia genética de cualquier especie, incluida la humana, y en el horizonte está la posibilidad de crear humanos genéticamente mejorados. Pero para abrir esas puertas hay que estar muy seguros de que se cumplen dos importantes requisitos: que existe un consenso claro sobre la conveniencia de hacerlo porque aporta beneficios incuestionables, y que puede hacerse con garantías de seguridad. En ciencia, no todo lo que es posible resulta deseable, pero si llegamos a la conclusión de que lo es, ha de ser posible hacerlo en condiciones que respeten el principio de no maleficencia.

He Jianchui ha mostrado que es posible intervenir a nivel embrionario para desactivar el gen que permite al virus del sida colonizar y neutralizar el sistema inmune de la persona infectada y hacer que esa protección se transmita a la descendencia. Pero se ha lanzado al experimento sin tener en cuenta las limitaciones que todavía tiene la técnica y sin poder asegurar que no tendrá efectos adversos.

Cuando en 2012 se descubrió la técnica de edición genética CRISPR/Cas9, que permite cortar y pegar trozos de ADN con precisión, muchos pensaron que las promesas de la terapia génica se harían por fin realidad. La muerte Jessie Gelsinger, uno de los primeros pacientes en los que se ensayó, demostró que los científicos se habían precipitado. Faltaban conocimientos sobre los efectos colaterales y el fiasco de los primeros ensayos congeló su desarrollo durante décadas. La ciencia avanza a veces golpe de descubrimientos disruptivos y la técnica del CRISPR/cas9 sin duda lo es. En apenas seis años su uso se ha generalizado. Pero como advierten sus descubridoras, Emmanuel Charpentier y Jernnifer Douda, hay que ser cautos a la hora de aplicarla en humanos. De momento ha permitido curar la sordera en ratones;

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