“Eres mi vida y mi muerte / Te lo juro, compañera / No debía de quererte / No debía de quererte / Y sin embargo te quiero…”. Quintero, León y Quiroga escribieron esta estrofa a mediados del siglo XX para la reina de la copla Juanita Reina. Antes y después son infinitas las canciones – y también las películas, novelas, series…- que se han sumergido en el farragoso mundo de los amores tóxicos para describir sus luces y sus muchas sombras. Porque, ¿en qué punto un amor sano se convierte en una obsesión? ¿Cómo distinguir uno del otro?

Los expertos aseguran que la obsesión por otra persona con la que se mantiene una relación romántica tiene riesgos importantes: entre ellos, la extrema dependencia, problemas en la vida social como el aislamiento, falta de autoestima e, incluso, síntomas parecidos al conocido como síndrome de abstinencia.

De hecho, señalan que esta obsesión aparece normalmente cuando la persona que la sufre tiene una baja autoestima y solo percibe que ese vacío que siente en su vida se llena gracias a la otra persona. Esta ‘adicción’ demuestra una forma de relacionarse basada en la dependencia emocional del otro en la que además se es capaz de aceptar cualquier cosa con tal de no estar solo. El amor obsesivo se convierte en una especie de patología que causa daño tanto a quién lo sufre como a la persona objeto del deseo.

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