Para empezar, ruego entiendan que apenas estoy empezando. Del mundo de la dominación y el sadomasoquismo aprendo conforme quieren enseñarme. Y participo en la proporción que me hace estar cómoda. Siempre diré que me he sentido más agredida en cualquier garito de mi ciudad que en una de esas citas de adultos que deciden explorar sus propios límites. Y aquí, cada uno tiene sus propios baremos. Me fascina la posibilidad de que exista un juego amatorio basado en la dominación de otra persona. Siento herir susceptibilidades, pero pocas cosas me gustan tan poco como una persona sumisa. Será porque me cuesta olvidarme de la sumisión de tantas mujeres ante sus maridos que las convirtieron en esclavas.

El maravilloso mundo de la dominación y de la sumisión tiene todo de psicológico y luego, en las proporciones que establecen los implicados, una relación física. Son las parejas las que determinan la implicación, los parámetros, la intensidad y las pautas de sus encuentros. Sin que nadie pueda venir a ponerles el pan más barato, porque, como en todos los asuntos de cama, son los protagonistas los que determinan cómo establecen su relación. No todos los que tienen relaciones de bondage o sadomasoquismo hablan de que «juegan». Hay quien no limita sus relaciones de dominación y sumisión a la exclusividad de determinados encuentros. Los hay que deciden ser esclavos y esclavas los siete días de la semana y veinticuatro horas al día. Son lo que llamamos 24/7 y también tienen su día grande: el 24 de julio, elegido a principios de los noventa por activistas de sexualidades no convencionales, que encontraron en la fecha del calendario el resumen perfecto a lo que ellos sentían.

Pasaba por un respetable cultureta en vez de por lo que la mayoría podía pensar: que soy un pervertido

Valet de Chambre es un sumiso de libro. No esclavo, porque él decide la ropa interior que lleva, pero mantiene relaciones bedesemeras con mujeres y, a veces, también con sus parejas. Después de una relación matrimonial insatisfactoria para ambas partes,

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