Ante el imparable avance de la COVID-19 y su expansión a nivel mundial, una de las primeras medidas recaía directamente en las aulas. De un día para otro, los aproximadamente 10 millones de estudiantes que hay en España, según datos del Ministerio de Educación y Formación Profesional, se quedaban en casa.

Y junto a ese cerrojazo educativo surgían las primeras dudas, y algunos miedos también, sobre cómo dar respuesta a los alumnos y seguir apoyando su proceso de aprendizaje sin su presencia en las aulas.

Resurge el mundo online

En este punto, como respuesta ante el nuevo escenario que ha irrumpido en nuestras vidas, es cuando resurge el mundo on-line como modo alternativo a la educación presencial, ganando la credibilidad que durante muchos años se le ha negado al presentarlo como algo ajeno al ámbito educativo y cuyo uso se debía limitar a escasas actividades en línea. Casi nadie parecía concebirlo como algo que abre un sinfín de posibilidades para un desarrollo pleno del proceso educativo de los estudiantes.

Obligados por las circunstancias, los docentes empezaron a lanzar las primeras clases on-line, contando únicamente con su creatividad y su querer hacer las cosas bien, a pesar de que muchos nunca habían experimentado la docencia en un entorno fuera del presencial. Y así, de manera paulatina, se han ido sumando otro tipo de actividades de carácter extraescolar, de entretenimiento o de juego, con fines educativos o no, que pretenden aportar su granito de arena en este duro proceso por el que estamos pasando.

Ante el cambio de paradigma, nuevas desigualdades

Una vez que todo está en marcha, empiezan a surgir nuevas dudas razonables donde lo académico pasa a un segundo plano y comienza a adquirir importancia la valoración de las desigualdades que esta nueva realidad podría estar provocando.

Encontramos que cada colegio, instituto, universidad y Comunidad Autónoma establece su propio plan de actuación,

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