Enfrentarse a un diagnóstico con discapacidad es una de las experiencias más dolorosas por las que pueden pasar unos padres. De repente, el hijo y la familia que imaginabas que tendrías se desmoronan y hay que afrontar una realidad dura y un futuro, en muchos casos, incierto. A partir de ese momento, se inicia una etapa de duelo en la que, además de con el dolor, tienen que lidiar con trámites administrativos y ponerse manos a la obra para buscar todos los recursos disponibles para su hijo.Esta situación genera un conjunto de emociones y los padres pasan por varias etapas psicológicas, un duelo tras el que consiguen llegar a una etapa de aceptación. Rebeca Tur, Coordinadora de Familias de Plena Inclusión Madrid, nos explica cómo suele ser este proceso y cómo apoyan a las familias en organizaciones como la suya.¿Cuál es la principal reacción de unos padres cuando les dicen que su hijo tiene una discapacidad? Cuando una familia, sea del tipo que sea, decide traer un hijo o hija al mundo, comienza a experimentar sentimientos de ilusión, de alegría; imagina cómo será su futuro y a dibujar expectativas. Cuando ese nuevo miembro de la familia recibe el diagnóstico de discapacidad intelectual o del desarrollo todas esas ilusiones, expectativas, y futuro imaginado se derrumban y es necesario afrontar un proceso de duelo y volver a reconstruir sobre un terreno desconocido otras ilusiones, sueños y expectativas familiares. Esa reconstrucción va acompañada de un proceso de aprendizaje de esta nueva realidad en la que va a desenvolverse esa familia a partir de ese momento. El momento del diagnóstico es un golpe duro cuando convierte el nacimiento, uno de los momentos más importantes en la vida de los progenitores, en un varapalo que les va a transformar del todo la vida. Sin embargo, el tiempo y el duelo harán que acaben sobreponiéndose para poder comenzar una vida no planificada, antes no imaginada.¿Están presentes las conocidas fases del duelo: negación, ira…? El duelo se inicia con una pérdida, el proceso, a nivel emocional, que vivimos cuando perdemos algo o a alguien. En este caso no perdemos a un ser querido, sino el cumplimiento de las expectativas que comentábamos antes. Hemos perdido al hijo o hija tal y como lo esperábamos, perdemos ese futuro que habíamos dibujado y eso supone embarcarnos en un mar de emociones, muchas de las cuales aparecen en las fases de un duelo (negación,

 » Más información en 20minutos.es