El pasado 19 de marzo murió en Hong Kong la primera mascota a la que le detectaron un COVID-19. Un perro de raza pomerania de 17 años que dio positivo junto a su dueña, que también padecía la enfermedad. La mujer, de 60 años, se negó a que le practicaran la autopsia y no pudieron determinar que si el coronavirus fue responsable de su muerte. Respecto a ello se pronunció la Asociación Mundial de Veterinarios de Pequeños Animales (WSAVA), quien apuntó que con su edad, tenía problemas de salud no relacionados significativos, incluidos problemas cardíacos y renales.

El caso creó cierto alarmismo en China al sospechar que las mascotas fueran vulnerables a la enfermedad o, peor aún, convertirse en posibles propagadores de un virus que ya ha causado la muerte de cerca de 70.000 personas en todo el mundo. La Organización Mundial de Salud Animal ya ha advertido en varias ocasiones de que no hay pruebas de que las mascotas transmitan el virus a humanos, algo que sí ocurriría al revés: los infectados de coronavirus podrían contagiar a sus perros y gatos. Así lo sostiene un nuevo documento científico-técnico sobre el virus que maneja el Ministerio de Sanidad.

Una conclusión a la que se ha llegado tras detectarse dos casos de perros con síntomas respiratorios y digestivos en Hong-Kong (China) y de un gato en Bélgica que vivían con una persona infectada con el nuevo coronavirus. El felino presentaba diarrea, vómitos y dificultades respiratorias. Al parecer, adquirió la enfermedad de su dueño, quien una semana antes comenzó a mostrar síntomas. A nivel mundial, el hallazgo reciente del virus en un tigre del zoo de Nueva York, abre nuevas preguntas sobre la transmisión del patógeno en animales. Se cree que tanto este animal como otros seis leones, también enfermos aunque se desconoce todavía si de Covid-19, han sido infectados por un empleado del zoológico, según informó el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos.

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