Es la generación que más ha sufrido el azote de la covid-19 y la que lleva todo un año encerrada, sin besos ni abrazos, por evitar contagiarse del virus. Sin embargo, el aislamiento ha traído serias consecuencias a su salud. Los especialistas en tratamiento y prevención de enfermedades de la tercera edad lo llaman la «cara B» de la pandemia y la afrontan ahora desbordados.

Cuando muchos mayores de 65 años siguen sin estar vacunados contra la covid, sus médicos confirman que el impacto de la pandemia se traduce en «demencias descompensadas«, «más vulnerabilidad» y elevadas cotas de «dependencia«.

Aunque el efecto más grave, destacan en las sociedades de geriatría y gerontología, es el agravamiento de las enfermedades crónicas fruto de la falta de control médico durante un año.

«Lo vemos en todas las consultas, patologías descontroladas, desde la diabetes a la epoc, la insuficiencia o arritmias, y un mayor deterioro en las demencias«, dice José Augusto García Navarro, presidente de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología.

Cristina Alonso, presidenta de la Sociedad Española de Medicina Geriátrica, por su parte, ya ha leído trabajos científicos que corroboran la grave repercusión en la salud física, a nivel de deterioro funcional y también mental en los mayores. Así como una mayor mortalidad a causa del aislamiento social que se les ha recomendado que hagan para no contagiarse del coronavirus.

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