l sistema sanitario español le están reventando las costuras. En los últimos diez años, la presión asistencial no ha dejado de crecer mientras los recortes provocados por la crisis han reducido las plantillas. La mayor longevidad de la población española hace que cada vez haya más enfermos crónicos con múltiples patologías que controlar. Esta presión asistencial recae en primer lugar sobre la atención primaria, cuyos facultativos se encuentran desbordados. Cuatro de cada diez médicos de familia tienen asignados cupos de entre 1.500 y 2.000 personas, lo que supone atender una media de 44 enfermos diarios. Si los recortes no han tenido hasta ahora una mayor repercusión social es gracias al sobreesfuerzo de los profesionales, que no por casualidad aparecen entre los mejor valorados en las encuestas del CIS. Pero la calidad asistencial no puede apoyarse indefinidamente sobre el voluntarismo del personal sanitario.

Los médicos de atención primaria de Cataluña y Andalucía han encabezado las movilizaciones para que se reviertan los recortes y ahora se les acaban de sumar los pediatras, que además de sufrir una gran sobrecarga ni siquiera pueden cubrir las necesidades que debe atender el sistema público. Solo el 75% de las plazas de pediatría están cubiertas en estos momentos por un especialista. Tras cuatro días de huelga, los médicos catalanes lograron el compromiso de que se contratarán 250 nuevos médicos para reducir de 1.800 a 1.300 el número de habitantes asignados a cada facultativo, además de cobrar horas extra cuando sobrepasen la jornada laboral. También los de Andalucía han logrado el compromiso de que se contratarán hasta 1.700 médicos más en un año.

Pero estas mejoras son insuficientes y, sobre todo, parciales. Es preciso asegurar que todo el territorio español quede cubierto por plantillas suficientes, lo que exigirá un aumento del presupuesto destinado a sanidad. En 2009, el gasto sanitario español representaba el 6,5% del PIB y ahora apenas llega al 5,8%. Los 1.500 euros por habitante que España destina a la sanidad viene a ser la mitad de lo que gastan países como Alemania, Francia o Reino Unido. La congelación de plantillas y la reducción de presupuestos durante los años de la crisis no solo ha afectado al tiempo de atención que los médicos pueden dedicar a cada paciente,

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