Vas caminado tranquilamente por la calle y te cruzas con una persona a quien hace tiempo que no ves. Emocionada por el encuentro, avanza hacia ti con los brazos bien abiertos y decidida a mostrarte cuánto se alegra de verte. No quieres sucumbir al contacto físico y, en un intento desesperado por zafarte, estiras el brazo derecho para intentar un ritual de contacto alternativo, como el tradicional apretón de manos, quizá dos besos al aire… Las relaciones humanas han vuelto a sorprenderte: ¿cómo puede gustarle tanto estrechar a los demás entre sus brazos con lo incómodo que resulta?, te preguntas.

La respuesta está en la niñez. Según un estudio de dos psicólogos suecos, publicado en 2012, las personas que proceden de familias afectuosas, en las que los abrazos son algo habitual, suelen abrazar a los demás frecuentemente. “Si hemos tenido un entorno familiar cariñoso, y en nuestra edad adulta lo valoramos positivamente, tenderemos a reproducir los patrones que nos agradan”, explica la psicóloga Ares Anfruns, del Instituto Gomà de Barcelona. En comparación, los niños criados en entornos menos efusivos, suelen ser adultos más distantes. 

Pero esta regla no siempre se cumple. “Si, pese a haber recibido abrazos a destajo, ya de mayores estamos a malas con nuestro núcleo familiar, puede que tendamos a rechazar lo aprendido y rehusemos ser afectuosos”, afirma Anfruns. Paradójicamente, la falta de contacto físico también puede desencadenar una efusividad en la edad adulta como medio para compensar lo que se ha vivido como una carencia”. Otros factores que pueden interferir a la hora de abrazar más o menos, añade Anfruns, son traumas relacionados, por ejemplo, con abusos. Estas vivencias pueden derivar en bloqueos emocionales que no fomentan nada las relaciones interpersonales.

La negligencia emocional nos hurta hasta el altruismo

Los abrazos no son muestras accesorias de aprecio, amor y cariño (deberíamos dar, al menos, cuatro al día). Más bien, son una necesidad, fundamentales para mantener el bienestar psicológico a lo largo de la vida. los niños que han sufrido negligencia emocional en su infancia,

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