En la actualidad hay un 20% de mujeres de entre 30 y 40 años que sufren de alopecia, y el porcentaje aumenta a partir de la menopausia. Es más, se calcula que más de la mitad de las mujeres sufrirán algún tipo de caída del cabello a lo largo de su vida. Se trata, por tanto, de un problema mucho más habitual de lo que pensamos, pero que es muy poco visible en una sociedad en la que un pelo abundante sigue siendo un símbolo de belleza y salud.

Recibir un diagnóstico de alopecia, sobre todo si se trata de un afección crónica y difícil de tratar, es especialmente doloroso en el caso de las mujeres jóvenes. La escasa aceptación de la alopecia femenina y la presión social, que relaciona un cabello abundante con salud, juventud y belleza, suelen hacer mella en su autoestima, “muchas pacientes llegan a nuestras clínicas muy afectadas a nivel psicológico, sobre todo con cuadros de baja autoestima, que puede derivar en serios cuadros depresivos y trastornos de ansiedad”, afirma Bibiana Ródenas, especialista capilar de Instituto Médico Dermatológico,

Helena Bermejo, que tiene alopecia androgenética desde recién estrenada la veintena, es una de esas mujeres: “al darme el diagnóstico, la dermatóloga ya me advirtió de que se trata de un problema cada vez más común, pero que es poco conocido y aceptado, y que además no tiene solución”, cuenta.

En su caso, además, el tratamiento más eficaz y universal, el famoso monoxidil, no funcionó “me mandaron un tratamiento con unas pastillas y el spray, pero me dio una reacción poco común, que es me salió pelo en otras partes de la cara, así que tuve que dejarlo y el pelo se volvió a caer. Me recomendaron uno de más baja concentración, del 1% en lugar del 5% habitual, pero, por alguna extraña razón, ni lo hacen ni lo fabrican en ninguna farmacia”, explica.

La única opción que le dieron fue la resignación o tratamientos caros, como injertos, que no están al alcance de todo el mundo. Desde entonces, lucha por aceptarse y por evitar las miradas ajenas, “a nivel psicológico se lleva mal, sobre todo en personas como yo, que, sin ser muy presumida, sí soy vergonzosa. Para mí, hoy día es imposible no verme condicionada por el qué dirán, y siempre estoy intentando que no se me note”.

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