El aparato digestivo realiza una de las funciones más importantes y fundamentales para el correcto funcionamiento de nuestro organismo: el procesamiento de los nutrientes para el aprovechamiento de lo que necesitamos y el desecho de lo que no nos hace falta. Por esta misma razón es, además, un sistema capaz de mandarnos señales cuando no funciona correctamente. ¿Cómo lo hace? Pues de muy distintas formas según la parte en la que nos centremos.

Según nos explica el especialista en aparato digestivo Diego Sánchez Muñoz, un problema en el esófago – el tubo por el que los alimentos pasan de la boca al estómago- se manifestará como dificultad al tragar (disfagia) o regurgitación de contenido del estómago, provocando reflujo gastroesofágico y manifestándose fundamentalmente como acidez.

Si nos situamos en el estómago – que se encarga básicamente de “machacar” los alimentos y mezclarlos con ácido para que su digestión posterior sea más fácil- se pueden producir retrasos en el vaciamiento gástrico que provocarían hinchazón, sensación de plenitud, náuseas y vómitos así como falta de apetito. Por otro lado, un exceso de ácido a este nivel puede provocar gastritis o úlceras, que se manifiestan habitualmente como dolor que el paciente refiere localizarse en el epigastrio (comúnmente conocida como ‘boca del estómago’).

Por su parte, como indica el experto,

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