Hace casi diez años que Ricky Martin desveló su homosexualidad. En aquel comunicado en su web y en la entrevista posterior habló de sus dos hijos mayores como el principal motivo para hacer pública su condición sexual. El fin de semana pasado anunció que será padre por cuarta vez, tras recibir un premio por su activismo en favor del colectivo LGTB. En un espacio que reflejaba a la perfección el momento actual del astro puertorriqueño y, por tanto, ideal para proclamar la buena nueva. A los 47 años y dos décadas después de hacer bailar al mundo entero su Livin’ la Vida Loca, el cantante es, ante todo y a partes iguales, icono gay y cabeza de familia numerosa. Entre aquel sex symbol de millones de mujeres y el actual esposo del artista Jwan Yosef y progenitor de cuatro niños mediante gestación subrogada hay un largo camino con decisiones difíciles, una profunda transformación personal y de su imagen pública, y no pocas críticas. Él ha sabido afrontar todas esas circunstancias sin que su carrera se vea afectada. Precisamente era una de las cosas que más temía y uno de los motivos de que haya pasado más de media vida metido en el llamado armario.

Antes de tomar la decisión más difícil de su vida pública, Ricky Martin era una celebridad que llevaba más de 20 años encima de los escenarios. A sus 13, Enrique Martín Morales se convirtió en una estrella gracias al grupo musical para niños Menudo, y a mediados de los años 90 se consolidó como el rey del pop latino empujado por su belleza y sensualidad. De ahí a la conquista del mercado anglosajón a finales de esa década y a alcanzar el estatus de superestrella global. Intérprete de la canción de un mundial de fútbol, coproductor de temas con figuras como Madonna, en resumen, el éxito total. En aquellos años Ricky se dejaba ver con mujeres y así ejecutaba, como desveló años después, “un sabotaje” hacia su propia vida.

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