Según un estudio de la Academia Americana de Pediatría, cuatro de cada diez niños de entre dos y seis años padecerán en alguna ocasión terrores nocturnos. Una auténtica pesadilla elevada a la enésima potencia, que suele traducirse en una sensación de miedo real, gritos y agitación, mientras el pequeño todavía está dormido.

Pero, ¿qué son realmente los terrores nocturnos? ¿Debemos asociarlos a las pesadillas o son dos cosas completamente distintas? Lo primero que conviene aclarar es que los terrores nocturnos y las pesadillas no son lo mismo. Ambos forman parte de las llamadas parasomnias y son un indicador del crecimiento y desarrollo psíquico del niño pero con unas características bien distintas.

– Son menos frecuentes que las pesadillas y se definen como episodios de miedo muy intenso e incluso terror que no están relacionados con un suceso determinado ocurrido durante el día ni con el contenido de un sueño.

– Afectan a los niños durante las primeras horas de sueño (fase no REM) o a primeras horas de la mañana.

– Suelen durar entre cinco y quince minutos aunque podrían prolongarse hasta una hora.

– El niño parece dormido y despierto al mismo tiempo, puede tener los ojos abiertos, murmurar, gritar, hablar, llorar, agitarse e incluso parecer que quiere huir de algo o alguien. De hecho, se suele mover muchísimo y puede levantarse estando dormido (con el riesgo de que se golpee).

– Suelen producirse entre el año y los ocho años, aunque también se dan en niños mayores.

– Varían mucho de un niño a otro, tanto en duración como en intensidad.

– Resulta muy difícil despertar al niño, casi imposible.

– Por regla general no se recuerdan.

– Son sueños que producen mucha angustia.

– Se manifiestan en la fase REM del sueño, es decir, en horas tardías.

– Pueden durar más de diez minutos.

– Suelen darse en niños de entre dos y cuatro años, edad en la que aún no distinguen bien entre la realidad y la ficción.

– El niño puede moverse en la cama e, incluso, hacer ruidos mientras sueña.

– Suele despertarse aterrado y llora.

– Al día siguiente es capaz de recordar lo que ha soñado.

La realidad es que no hay una única causa clara detrás de los terrores pero:

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