Aunque sabemos que el estrés puede ocasionar todo tipo de trastornos, desde alteraciones del sueño a bajadas de defensas, es en la piel, con su enorme cantidad de terminaciones nerviosas, donde más se manifiesta. Pero se nos olvida a menudo.

Ayer vino a mi consulta de cosmética María, una joven inteligente, llena de empuje, y con un problema que le crea inseguridad. Se le cae el pelo. María es ingeniera, trabaja en una multinacional, vive lejos del trabajo porque tiene un sueldo escaso pero a sus veintipocos años busca un futuro brillante y está dispuesta a conseguirlo.

Tiene un horario largo e intenso. Sale de casa temprano, regresa tarde y aprovecha los ratos libres para ir al gimnasio. A mediodía, come cualquier cosa en un ratito. María está preocupada porque está perdiendo mucho pelo y le angustia la posibilidad de quedarse calva. Existen muchas mujeres como María en las grandes ciudades.

Miles de jóvenes que luchan por abrirse camino y destacar como médicos, contables, secretarias o dependientas. Son responsables, trabajadoras, y buscan su sitio en el terreno profesional. Esa tensión mantenida, ese sobresfuerzo, aún en edades muy jóvenes, produce un desgaste importante que se ve multiplicado con el embarazo o el cansancio de atender a niños pequeños con la doble jornada.

Y, desde luego, estar sentada 10 o 12 horas frente al ordenador, en alerta, no es beneficioso para nuestro cuerpo. En primer lugar, hay que recomendar a nuestra joven María que modifique en lo posible sus hábitos de vida y que incluya los paseos en su vida cotidiana, que se mueva activando la circulación.

No basta con ir al gimnasio dos o tres veces a la semana. Nuestro cuerpo está diseñado para ser una máquina en movimiento y agradece sobremanera el ejercicio, porque ese movimiento ayuda a la circulación. Más sangre, que es tanto como decir más oxígeno, y más nutrientes, llega a más células, que por lo tanto funcionan mejor.

Para una mujer joven, también para un hombre, la pérdida de cabello suele ser motivo de estrés y preocupación añadido. Pero se trata de un problema que, afortunadamente, tiene solución en casi todos los casos. Una de las caídas que más frecuentemente vemos en la consulta es la llamada Caspa Grasa, problema motivado por un hongo que es, digamos, “el primo agresivo” de la caspa.

Produce una inflamación del cuero cabelludo.

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