Ser padre o madre puede ser muy complicado. Podríamos pensar que si literalmente miles de generaciones lo han ido haciendo a lo largo de los eones, no debería ser tan difícil; la realidad es que los niños son maestros en ponernos en situaciones que no habíamos previsto y ante las que probablemente no sabemos cómo actuar.

Por ejemplo, una que se encuentran muchos progenitores es que, llegado un determinado momento, el pequeño parece desafiar su propia supervivencia rechazando comer.

¿Por qué el niño no quiere comer?

Lo más probable no es que en realidad el niño no coma, sino que nuestro preocupado criterio de padres o madres nos esté jugando una mala pasada, al interpretar erróneamente un proceso que es normal en el desarrollo de los pequeños.

Y es que, en proporción, las personas no comemos lo mismo durante toda nuestra vida. En gran medida, nuestras necesidades nutricionales, especialmente durante toda la etapa de desarrollo, están ligadas a la velocidad del crecimiento en un momento dado.

Así, el momento de nuestra vida en el que más rápido crecemos es el primer año o incluso los primeros dos años (puede variar en función del individuo). En esta etapa, necesitamos comer en proporción más que en ninguna otra.

Pasada esta fase, se entra en una de crecimiento mucho más lento y con unas necesidades de alimento mucho menores.

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