La disnea, o dificultad para respirar, es uno de los síntomas principales de una de las enfermedades respiratorias más comunes: la neumonía, una infección aguda que puede estar causada por distintos tipos de bacterias, virus u hongos, y sus síntomas son parecidos a los del coronavirus.

La sensación de falta de aire, o disnea como se conoce oficialmente, es definida como una dificultad para respirar subjetiva que genera una sensación de ahogo en la persona que presenta este síntoma. La disnea genera una un malestar generalizado cuya intensidad es variable dependiendo de la persona.

De acuerdo con la Guía de Cuidados Paliativos de la Sociedad Española de Cuidados Paliativos (SECPAL) este signo respiratorio «se presenta en el 30-40% de todos los cánceres avanzados y terminales y en el 65-70% de los broncogénicos».

En primer lugar, a nivel clínico, la disnea puede derivar de un problema respiratorio o de uno cardíaco. Por esta razón, las causas y su origen puede ser muy variables. Algunas de las enfermedades más frecuentes que causan disnea a nivel cardiovascular suelen ser la arritmia o la insuficiencia cardíaca. Por otro lado, las patologías respiratorias que suelen originar dificultades para respirar son la neumonía, EPOC, bronquitis o el asma bronquial. La disnea también puede surgir por enfermedades infecciosas como la gripe y por otros motivos como el estrés emocional o la depresión.

Una persona con disnea puede sentir, además de la falta de aire, otros síntomas como:

– Sibilancia al respirar.

– Dolor de pecho.

– Sensación de fatiga.

– Ansiedad.

– Al padecer disnea puede que también se presenten otros síntomas propios de una enfermedad respiratoria como tos o fiebre.

Las alternativas de tratamiento para la disnea serán diferentes dependiendo de su origen y de la evolución del paciente. Por tanto, lo más importante será establecer un diagnóstico concreto. Para ello, el personal sanitario analizará una serie de cuestiones del paciente como si los síntomas vienen acompañados de otros signos como tos, si consume tabaco o si padece otras enfermedades.

Los especialistas pueden realizar una exploración clínica como una auscultación del corazón y pulmones o percusión del tórax. En algunos casos es necesario aplicar exploraciones complementarias como análisis de sangre, electrocardiograma o radiología del torax.

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