El correo electrónico, la mensajería instantánea y los medios sociales son hoy los tres servicios de Internet más populares. Acortan distancias, nos acercan a los demás y nos hacen vivir lo instantáneo, lo inmediato. Pero esta inmediatez impone una prisa que no favorece el pensamiento reflexivo ni la claridad del lenguaje.

De ahí que abunden en la red mensajes que, lejos de lograr una comunicación clara, a menudo generan confusión y malentendidos. O bien proyectan una imagen deformada sobre la personalidad o el estado de ánimo del remitente. Si bien la culpa podría achacarse a un uso indisciplinado de estas tecnologías o a una escritura descuidada, las causas son bien diversas.

Lo informal no quita lo cortés

Al intercambiar mensajes en entornos virtuales tendemos a emplear un tono coloquial. Usamos un lenguaje más emotivo, expresivo y espontáneo. Pero esta informalidad no exime de mantener unas pautas de cortesía y cierta corrección lingüística. Así, para evitar problemas conviene, poner cautela en lo que se transmite.

Puede sonar extraño hablar de pautas en contextos informales, donde no suele haber tales convenciones. En efecto, las normas de cortesía en la red no están preestablecidas. Obedecen a las expectativas de cada comunidad virtual, que las elabora según las características del medio y según la sociabilidad que se espera en el seno de esa comunidad. Y existen esas normas porque hacen más agradable la convivencia digital.

La cibercortesía, o netiqueta (del inglés netiquette), nació de la necesidad de humanizar la comunicación digital. Es un conjunto tácito de reglas que indican la forma correcta y educada de comportarse en línea. Son necesarias, puesto que no todo vale en Internet.

Un choque de contextos

Como seres sociales que somos, nos presentamos de distinta manera según con quién hablamos, de qué hablamos y dónde tiene lugar la conversación. Situaciones como una entrevista de trabajo, un encuentro amistoso en un bar o una cena en pareja difieren en sus normas y expectativas.

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