Ocho de cada diez españoles, unos 40 millones de personas, respiraron durante la primavera y verano pasados aire contaminado por ozono en niveles superiores a los que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS), según el informe elaborado por Ecologistas en Acción sobre la incidencia en 2019 de esta peligrosa sustancia en el territorio nacional. La contaminación por este tóxico se mantiene alta por el repunte de la quema de combustibles fósiles con la salida de la crisis, agravada por el aumento de las temperaturas causado por el cambio climático.

El análisis concluye que el 85% de la población española -casi la totalidad salvo la de algunas áreas próximas al mar Cantábrico- estuvo expuesta en los días y semanas más calurosos del año a niveles insalubres de esta sustancia. El grado de afectación es algo menor si como base de medición se toman los niveles de peligrosidad establecidos por la legislación española y europea -más permisivos que los de la OMS-, que rebajarían la cifra de expuestos en riesgo a un 21% de la población española, unos 9,8 millones, uno de cada cinco ciudadanos.

El ozono troposférico es el contaminante más inhalado en España y, según los cálculos de la Agencia Europea de Medio Ambiente y el Banco Mundial, provoca la muerte prematura de hasta 1.800 españoles al año, lo que supone un coste en atención sanitaria y bajas de unos 5.000 millones. Su presencia en niveles tóxicos se concentra en los días con mayor temperatura y sequía de la primavera y el verano -con la llegada de las lluvias y el invierno se suspende el fenómeno-, en las horas centrales y el comienzo de la tarde, y los colectivos más proclives a sufrir daños son los ancianos, los niños, las embarazadas, las personas que hagan deporte al aire libre a esas horas, y los ciudadanos con enfermedades respiratorias y cardiovasculares crónicas.

Las áreas de más alta contaminación por ozono son las periferias de las ciudades y las zonas rurales

Se trata de un contaminante no producido directamente por el hombre sino generado en las capas bajas de la atmósfera por el efecto combinado de las fuertes radiaciones solares -por lo que ha ido a más con el aumento de la temperatura mundial y de las olas de calor en los últimos años- y por la acumulación de gases emitidos por la combustión de carbón,

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