Cuando se aborda el tema de las relaciones ‘ni contigo, ni sin ti’ suele ser muy socorrido poner como ejemplo a una de las parejas más tormentosas e inolvidables de la historia del cine: la formada por Richard Burton y Elisabeth Taylor. Su romance fue un eterno ir y venir: se conocieron en 1962 durante el rodaje de Cleopatra cuando ambos estaban casados, pusieron fin a esas relaciones para pasar por el altar en 1964, se divorciaron diez años después y, en apenas 16 meses, volvieron a reconciliarse y contraer matrimonio de nuevo. La ruptura definitiva llegaría en 1976 y por el camino se dejarían la piel, tendrían monumentales broncas, sonadas borracheras, se escribirían cartas de amor hasta la muerte de Richard en 1984 (que se publicaron en el libro El amor y la furia) y harían un fiel retrato de lo suyo en una película protagonizada por ambos, ¿Quién teme a Virginia Wolf? (1966).

Ni Burton ni Taylor fueron, sin embargo, modelo a seguir en lo que atañe a la práctica denominada “necesitamos darnos un tiempo”. Quizás porque, en su caso, poner tierra de por medio solo sirvió para echarse de menos o recordar lo bueno de su apasionada relación pero nunca se obligaron a hacer ninguna reflexión o análisis de sus problemas, cuestión para la que debería servir, realmente, la decisión de hacer ‘pause’ durante una temporada.

Antes de adentrarnos más en la cuestión, conviene insistir que tomarse un respiro no puede confundirse con un tiempo muerto o de tregua antes de una separación definitiva. Se trata, básicamente, de un periodo en el que ambas partes deben arrimar el hombro (con o sin mediación de un profesional) para reflexionar sobre sus problemas de pareja y buscar posibles soluciones (que no siempre las habrá).

Por ello, los expertos aconsejan no tomar este camino cuando las intenciones son bien distintas. Si no se quiere seguir con la relación pero no se sabe cómo romper o se tiene miedo a hacer daño al otro, si se desea experimentar con otras personas en el terreno sexual y/o sentimental, o bien, si ya se está enamorado de otra persona pero no se quiere soltar el lastre por miedo a que la nueva relación acabe mal, conviene armarse de valor y enfrentarse a la verdad por dura que sea.

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