Incluso en estos tiempos revueltos en los que encontramos motivos para discutir casi por cualquier nimiedad, al menos es posible coincidir en una cosa: la muerte de un niño es un hecho que violenta nuestra naturaleza más íntima. Si se trata de 800.000 niños y niñas cada año, y si estas muertes son evitables, la violencia y la responsabilidad parecen insoportables. Pero esto es exactamente lo que está ocurriendo hoy en nuestro planeta como consecuencia de una enfermedad llamada neumonía, y la única razón por la que lo aceptamos es porque estas muertes se producen muy lejos de nuestra vista. No los consideramos nuestros hijos.
La neumonía es una infección de las vías respiratorias bajas causada por bacterias o virus. Las circunstancias en las que se desarrolla y el perfil de sus víctimas hacen de ella un ejemplo paradigmático de las llamadas “enfermedades de la pobreza”: patologías concentradas en las regiones y poblaciones más pobres y vulnerables para las que existe un tratamiento barato y simple (en este caso, antibióticos y oxígeno) que, sin embargo, no alcanza a los potenciales pacientes. La sencillez de la respuesta hace de esta enfermedad un caso particularmente obsceno, porque se trata todavía de la primera causa de muerte infecciosa en la edad pediátrica. Una vacuna que cuesta unos pocos euros, administrada durante los primeros meses de vida, tiene el efecto asombroso de salvar una vida.
La lucha contra la neumonía ha contribuido en las dos últimas décadas al avance sin precedentes en la supervivencia infantil. Entre 2000 y 2018, la comunidad internacional ha logrado reducir en un 54% (953.000 seres humanos) el número anual de víctimas de la enfermedad. Sin embargo, no es suficiente. Los logros conseguidos en otras grandes causas de mortalidad infantil, como son las diarreas (64%) o la malaria (68%), demuestran que es posible llegar más lejos, más pronto.
Si no actuamos ahora, y de forma enérgica, las muertes por neumonía lastrarán estos logros recientes, impidiendo así que alcancemos en 2030 el objetivo de acabar con las muertes prevenibles en la infancia.