“En nuestro hospital existe una competición interna llamada relleno de pavo que se basa en ver quién encuentra un objeto más curioso en el culo: dildos, botes de desodorante, de gel, de champú y hasta una bola de petanca”. Quien habla es un personaje de El club de las batas blancas (Plan B), una novela gráfica que desgrana los secretos más inconfesables de los profesionales de urgencias. Sus autores son Guido Rodríguez, de 34 años, y Juan Sánchez-Verde, de 35, dos médicos de la Fundación Jiménez Díaz que han trasladado al cómic su experiencia —y la de otros compañeros—. “Hemos sacado del culo de pacientes todo el repertorio de objetos que te puedas imaginar, desde cirios pascuales hasta muñecos”, confirma Sánchez-Verde.

El libro trata de desmitificar la profesión. “Contamos los entresijos de Urgencias y se ve que tanto los médicos como los pacientes somos humanos, nos equivocamos, nos enfadamos… Jugamos en clave e humor pero denunciamos situaciones de ambos lados”, explica Rodríguez. Así, narran los miedos de los licenciados al iniciar sus prácticas en un hospital. “Me lo explicaban todo pero no entendía nada”, se queja Bruno, uno de los personajes del cómic, que luego pregunta a su adjunto: “¿A dónde vamos?”. Este responde: “Yo a desayunar, tú a ver pacientes”. “El primer día de todos los residentes en Urgencias ha sido así, todos estábamos perdidos, confundidos y sin saber qué hacer”, bromea Sánchez-Verde.

En opinión de los especialistas, el mito por este servicio procede de las numerosas series de la televisión sobre el mundo de la medicina: Médico de Familia, Urgencias, House, Hospital Central, Diagnóstico Asesinato, Anatomía de Grey… En casi todas ellas parece una profesión emocionante y divertida. “Pero en Urgencias solo atendían urgencias de verdad, ni un solo caso de mocos o esguinces. La realidad es mucho menos glamurosa”, dice Rodríguez. “Al paciente que viene por una chorrada lo calamos según entra por la puerta.

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