Fue un simple rasponazo al que los padres no dieron importancia. Una semana después, el niño comenzó a llorar, a apretar la mandíbula, sufrir espasmos musculares y se le arqueó el cuello y la espalda. Tétanos. Una enfermedad prevenible con una vacuna que ha logrado reducir un 99% las muertes desde 1940. Los padres tuvieron entonces que recurrir a un helicóptero de emergencia para trasladar al pequeño de seis años al hospital, donde pasó dos meses en una terrible agonía en cuidados intensivos. A pesar de la experiencia, sus progenitores rechazaron las vacunas que los médicos les recomendaron. Sucedió en Oregón (Estados Unidos) en 2017 y los gastos médicos ascendieron a más de 800.000 dólares.

Este caso se conoció en 2019 después de que cinco doctores lo expusieran en una publicación científica y se convirtió en una de las conversaciones sobre la inmunización que más comentarios generó en redes en ese momento. Un ejemplo claro del peligro para la salud pública que supone este grupo, minoritario en España, pero con cierta fuerza en lugares como Estados Unidos. La historia del niño del tétanos está incluida en un estudio sobre la influencia de la comunidad antivacunas recientemente publicado por la empresa de big data Alto Analytics, una compañía que cuenta en su cartera con clientes como la Fundación Bill y Melinda Gates o la ONU. 

Siete de las ocho comunidades de usuarios identificadas en este gráfico pertenecen a perfiles antivacunas. Se puede observar que están estrechamente conectados y aparentemente coordinados, mientras que la comunidad provacuna está más dispersa y al margen del núcleo de las comunidades anti.Siete de las ocho comunidades de usuarios identificadas en este gráfico pertenecen a perfiles antivacunas. Se puede observar que están estrechamente conectados y aparentemente coordinados, mientras que la comunidad provacuna está más dispersa y al margen del núcleo de las comunidades anti.

La investigación evaluó 1,5 millones de interacciones en Facebook, Instagram y Twitter por parte de 830.000 usuarios de 96 países entre febrero y marzo de 2019. Estudiaron solo mensajes en inglés por lo que el 41% de ellos procedían de Estados Unidos, el 4,2% de Canadá, el 4% de Reino Unido y el 1,5% de Australia. Para ello, han utilizado una plataforma de análisis de datos propia.

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