La decisión que conduce al cierre de los colegios y las universidades, que ayer tomaron todas las autonomías, no se debe a una cifra concreta de infectados por el COVID-19. «No existe el número mágico», explica un experto de salud pública. Todo depende básicamente del ritmo al que avanza el número de casos y si ese ritmo puede llegar a colapsar el sistema sanitario, la gran preocupación de las autoridades, la pesadilla para un país. Los expertos basan estos días sus decisiones en complicadas proyecciones, básicamente porque es imposible saber con ciencia exacta cuántas personas están realmente contagiadas en España. La cuestión es si las proyecciones han sido acertadas o no.

Porque no todos los casos detectados son desde luego los casos existentes. Los primeros han tenido que pasar un test PCR para confirmar la enfermedad, que pasa desapercibida en muchos afectados, lo que complica en extremo su detección. Para obtener el cuadro perfecto del coronavirus y conocer el número real de infectados habría que hacer una prueba a los 47 millones de personas que viven en el país. Y hacerla día tras día para ver la evolución. Algo imposible.

La enfermedad, con todo, repite ciertos patrones en diferentes países, lo que abre algunas ventanas de cálculo. El 80% de las personas que la padecen son asintomáticos o apenas tienen síntomas y muchos de ellos ni se van a enterar de que han sido portadores del virus. La preocupación gira en torno al 20% restante de los infectados: un 15% tendrá una situación grave y un 5% padecerá una situación crítica. Entre el 1% y el 2% morirá. Ante la imposibilidad de detectar todos los casos reales de infectados, que era el escenario contemplado en primer lugar, los expertos han empezado a hacer estimaciones a partir de las cifras de fallecimientos y de hospitalizados. Estos cálculos, unidos a los de los infectados acreditados, permiten medir la velocidad a la que se propaga la enfermedad,

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