La cereza es el fruto del cerezo, un árbol de la familia de las rosáceas y, aunque existen diferentes tipos dependiendo del origen, tiempo de maduración o de la polinización, las principales son: cerezas dulces, cerezas ácidas o guindas y duke. Esta última variedad es un híbrido de las anteriores.

Una de las peculiaridades de la cereza es que «es el único fruto de hueso no climatérico, es decir, que si se recolecta antes de tiempo no madura fuera del árbol», tal y como explica la Fundación Española de la Nutrición (FEN). De esta manera, esta fruta madura desde finales de primavera hasta principios de verano, «siendo un periodo muy corto de recolección, en comparación con otros árboles frutales».

Aunque no se pueda destacar ningún nutriente como fuente principal, las cerezas si poseen un alto aporte de potasio, vitamina C, flavonoides, alcohol perílico y ácidos orgánicos. Respecto al valor energético, esta fruta contiene cerca de 65 kcal por cada 100g de ración comestible, es rica en hidratos de carbono (13,5g) y está compuesta principalmente por agua (83,7g), según la FEN.

Las cerezas están compuestas por vitamina C, tiamina, folatos y provitamina A, aunque en menor cantidad que en otras frutas. Estas tienen propiedades antioxidantes que protegen las células del organismo de la acción nociva de los radicales libres, «que son los causantes del envejecimiento y de enfermedades relacionadas con las edades avanzadas, por ejemplo la presbicia o incluso las cataratas»,

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