MAHATMA GANDHI estaba convencido de que, frente al campo incorrupto, las ciudades tenían sangre de hormigón. Eso haría infeliz a la gente. El tiempo no le ha dado la razón. Las urbes del planeta no dejan de atraer a nuevos ciudadanos. En 1900 solo un 13% de la población mundial vivía en ellas; para 2050 los urbanitas serán el 66% del planeta, según la London School of Economics (LSE). Y las indias son, precisamente, las grandes aglomeraciones por desarrollar: el 80% de las infraestructuras que necesitará entonces ese país están por hacer.

Las ciudades no se terminan nunca. Es condición urbana estar por hacer o por rehacer (en reparación). En el siglo XIX, París o Nueva York eran lugares peligrosos. “Las inversiones en infraestructuras transformaron Londres de lugar para una muerte temprana a ciudad para una vida larga”, cuenta Edward Glaeser, que enseña Economía Pública y Urbana en la Universidad de Harvard desde 1992. El autor de El triunfo de las ciudades (Taurus) es uno de los muchos defensores de la densidad en las megalópolis, pero advierte que, además de reducir las emisiones de carbono, acortar los desplazamientos y hacer menos necesarios los coches, la densidad facilita la transmisión de los virus. Y debe gestionarse para que no reduzca la calidad de vida. Él apuesta por combinar el libre mercado y la gestión pública: es partidario de cobrar a los coches que circulan por el centro —como ya hacen Singapur y Londres—, una medida fácil de implantar técnicamente, pero políticamente poco popular.

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Entre 2010 y 2015 el mundo ganó anualmente 77 millones de urbanitas –más que la población de Francia—. Eso ha ocurrido mientras las ciudades siguen ocupando solo el 0,5% de la superficie del planeta. Es decir, cada vez nos concentramos en menos espacio. Ante esos datos, recabados por el departamento correspondiente de la LSE, su director, el arquitecto Ricky Burdett, advierte, mientras apura una ensalada en su oficina del Strand londinense: “Teniendo en cuenta que las infraestructuras y los edificios duran hoy entre 30 y 100 años,

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