Son las 6:58 de la mañana. Hace demasiado calor para dormir y demasiado calor para levantarse de la cama. Llevo casi una hora dando vueltas, desde que el generador dejó de funcionar y con él el pequeño ventilador de pared. Normalmente, uso esta primera hora de la mañana para comunicarme con casa, mandar un par de wasaps y responder algún correo electrónico, pero desde la tarde de ayer no hay conexión 3G, aunque al menos ha vuelto la cobertura y podemos hablar por teléfono entre nosotros.

Me ducho rápidamente, como no funciona el generador, el agua baja por su propio peso desde el contenedor de lluvia, sin presión alguna, y a temperatura del tiempo. Es literalmente imposible lavarse el pelo con esa cantidad de agua, es casi como una bruma, de modo que usamos cubos de agua de la lavandería que la señora del hotel nos presta encantada.

Salgo al patio central, el sol ya ha salido y el cielo está cubierto de mil colores. No hay ni una sola nube, va a ser uno de esos días. Estamos en el Namatanai Lodge, le llaman el hotel de Namatanai, en Papúa Nueva Guinea, ya que es el único sitio con condiciones básicas: habitaciones limpias con mosquiteras en las ventanas, baños y duchas. Estamos en pequeños bungalós individuales de madera rodeados de naturaleza, un auténtico paraíso… aunque lo era más cuando había electricidad, y es que toda la comunidad lleva unos seis meses sin energía; no porque no tengan infraestructura o dinero para activarla, es debido a una batalla política local entre dos líderes, y no piensan restablecer la electricidad hasta que se pongan de acuerdo en Dios sabe qué. Sobra mencionar que ellos sí que pueden permitirse la gasolina necesaria para tener generadores funcionando las 24 horas del día en sus chalés…

La gasolina es terriblemente cara y se trae en barcos de transporte desde la provincia de Nueva Bretaña. Nuestro hotel solo se puede permitir un par de bidones para un pequeño generador y un enchufe por habitación,

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