Aunque África no sea un solo país, hay hijos e hijas de este continente que eligen ser panafricanos. Maimouna N’Diaye, actriz y realizadora, jurado en la última edición del prestigioso Festival de Cannes, es una de ellos: se define como panafricana, y lo suyo no es mera provocación. Es verdad que, en el fondo, los países africanos están ligados a la suerte de aquellas fronteras arbitrarias, trazadas por los conquistadores sobre plano, sin tener en cuenta las comunidades étnicas ni los ríos, ni las montañas ni sus cumbres, ni los padres ni los hijos, ni los nómadas del desierto en sus caravanas. Pero, en el caso de Mouna (como le gusta llamarse entre amigos), sus orígenes tienen raíces en muchos puntos de la geografía africana y ella ha optado por instalarse en una región de su continente diferente a las de sus ancestros, para trazar su propia trayectoria y contar la vida desde allí.

“Soy hija de madre nigeriana, pero jamás puse un pie en Nigeria. Mi padre es de origen senegalés, del norte, donde nace el gran río. Pasé mi infancia en Guinea Conakry, fui a realizar mis estudios de arte dramático en Francia y, en un momento, supe que tenía que volver a África e instalarme allí, en un lugar donde creara mis propias referencias, que no fuera conocido para mí; así, viví en Costa de Marfil, Níger y Mali (por cierto, la familia de mi abuelo viene de Mali y él era carnicero e iba de ciudad en ciudad ofreciendo su mercancía). Tengo parientes en todos los países, pero vivo en Ouagadougou , Burkina Faso”, explica la protagonista de El ojo del huracán, de Sékou Traoré, un filme que abordaba el asunto sangrante del destino de los niños soldados, víctimas y victimarios de las injusticias que muchas veces traen otros a este continente, y por el que ella ganó el premio a la mejor interpretación femenina en la Fespaco.

Encontramos a Mouna en Esauira, la ciudad marroquí que alberga un foro sobre las violencias y la violencia,

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