Tras invertir en trasplantes capilares, lo fácil sería concluir que Cristiano Ronaldo no tiene un pelo de tonto. Pero su último negocio es de hace una semana y su olfato para hacer crecer el dinero viene de lejos, de más de una década. Un olfato para buscar minas de oro y para reclutar personas de lealtad inquebrantable, primero la familia —sobretodo su madre—, después su agente Jorge Mendes y el hotelero Dionísio Pestana. A ellos les unen características comunes. Todos hicieron fortuna desde la nada y todos son portugueses, muy portugueses: trabajadores y forretas (agarraos). Les ha costado mucho ganar el dinero y no lo van a perder de vista.

Si Mayweather no boxea y Messi no vuelve a renovar contrato, en junio la revista Forbes proclamará a Ronaldo (Madeira, 1985) el deportista mejor pagado del mundo. Ya lo fue en 2016 y 2017. En el último año, según la misma fuente, el exfutbolista del Real Madrid ganó 92,3 millones de euros, de ellos 52,1 en salarios y premios y 40 en contratos publicitarios (Messi, 99,1, por salarios 75 y por publicidad 25). El contrato con el Juventus, que mejora el salario anterior en 9 millones anuales netos, le debe entronizar otra vez como el deportista más rico. Aparte de su ingresos por la imagen publicitaria, Ronaldo ha construido una marca, CR7, imitando a pioneros como Beckham o Michael Jordan. La firma hace dinero incluso cuando el futbolista duerme. La veinteañera Marisa, primogénita del todopoderoso agente Mendes —dueño de Gestifute y Solaris Sports—, se encarga de activarlo en las redes sociales. La audiencia de CR7 supera los 350 millones de personas, según Hookit, que mide el impacto de las marcas en el mundo digital. Cada post que publica Marisa Mendes en las cuentas de CR7 provoca 2,3 millones de interacciones, que generan 1,5 millones de euros a cada marca respaldada por el futbolista.

En Instagram, Ronaldo ganó el pasado año 351.000 euros por firma que publicitó, según la empresa de métrica de audiencias Izea.

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