“¿Te va sesión? ¿Y el tema?” (Sesión: sexo en grupo. Tema: drogas como mefedrona, metanfetamina, GHB, MDMA, cocaína…) Este mensaje, recibido en una red de encuentros sexuales (en Grindr), marca el inicio de una orgía acompañada de estupefacientes. Lo que se denomina una sesión de chemsex, una práctica sexual identificada en Londres en torno a 2012 y que se ha extendido entre los hombres homosexuales de todo el mundo. En España se denomina “sesión” a secas. “Somos seis y ahora vienen cuatro más”, continúa la conversación en Grindr. Tras el intercambio de un par de fotos, aparece la dirección de la cita. “¿Cuánto tardas?”, pregunta el anfitrión.

Media hora después, abre la puerta de su casa. En el salón, cinco hombres desnudos toman cerveza. En la habitación, cuatro se practican felaciones. Sobre la encimera de la cocina: cocaína, viagra y un bote con GHB. “El chemsex tiene como finalidad disfrutar de sexo desinhibido y lo más duradero posible. El problema es que el consumo de drogas provoca una menor percepción del peligro y como consecuencia, disminuye el uso del preservativo. Esto aumenta las probabilidades de exponerse al VIH, a la hepatitis C y al resto de infecciones de transmisión sexual”, explican desde la organización Apoyo Positivo.

“El cóctel de drogas con el que empezaba el finde era muy variado: cinco gramos de mefedrona, unos cristales de metanfetamina y un poco de GHB”, cuenta Francisco, de 40 años. Hace tres que no va a una de estas citas que le arruinaron la vida: “Tuve problemas en el trabajo, mi marido me dejó. Cuando fui a pedir ayuda, me hice pruebas y descubrí que era portador del VIH”. Hasta el 30 de junio de 2018 se han notificado en España 3.381 nuevos diagnósticos; casi un tercio (en torno a 962) ocurrieron en la Comunidad de Madrid. El 84,6 % de esos nuevos casos se dieron en hombres maduros: la media de edad de los casos es de 35 años.

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