A los 30 años, la probabilidad de que una mujer sana se quede embarazada es del 20% cada mes. A los 40 años baja al 5%, según datos de la Sociedad Española de Fertilidad (SEF). En esta década vital, sin embargo, nacen más niños en España que en ninguna otra (234.662 el año pasado), una circunstancia que ha hecho florecer el negocio de la reproducción asistida.

El de la fertilidad es un fenómeno global: el mercado alcanzará en 2023 los 27.500 millones de euros en el mundo, con tasas de crecimiento anuales del 9%, según estimaciones de Allied Market. Una de cada seis parejas experimenta problemas de fertilidad en algún momento de su vida reproductiva, según la sociedad médica de fertilidad europea (ESHRE). Las familias se construyen más tarde, lo que en muchos casos obliga a desembolsar importantes cantidades para concebir, porque los sistemas sanitarios públicos no cubren la mayoría de los tratamientos. La necesidad ha generado un negocio cuyo rastro han olido los fondos de inversión.

En el mundo han nacido siete millones de bebés desde el primer tratamiento in vitro en 1978. En Estados Unidos la llamada ART, tecnología de reproducción asistida, facilita que nazcan más de 50.000 bebés cada año a través de 263.000 procedimientos de FIV (fecundación in vitro), cifra Research and Markets. Y el mercado potencial crece con más de siete millones de mujeres que retrasan la maternidad por circunstancias profesionales y personales cada año. En ese país alrededor de 480 clínicas, más de 100 bancos de esperma, un número desconocido de donantes de óvulos y 1.700 embriólogos compiten por un negocio muy lucrativo que, sin embargo, todavía está en pañales financieramente hablando. Apenas hay empresas que coticen en Bolsa más allá de anecdóticos proyectos como el de Jinxin Fertility, que comenzó a finales de junio en el mercado de Hong Kong. La cadena de reproducción asistida opera en EE UU y China y está participada por Warburg Pincus, un gran fondo de capital riesgo.

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