La boxeadora Ángela Carini ha levantado estos días el último eco de una polémica que renace prácticamente con cada nueva edición de los Juegos Olímpicos. Concretamente, la deportista decidió abandonar su combate con su homóloga argelina Imane Khelif a los 46 segundos, tras recibir dos fuertes golpes, argumentando que no estaba «en igualdad de condiciones».

El motivo de esta supuesta desigualdad reside en las dudas en las que Khelif se ha visto sumida respecto a su identidad de género y su sexo biológico, algo que también le sucede a la luchadora taiwanesa Lin Yu-ting. Al margen del triste estigma y cuestionamiento al que se ven sometidas las atletas (y que no han perdido ocasión de azuzar figuras públicas como la presidenta italiana de extrema derecha Giorigia Meloni, la de la Comunidad de Madrid Isabel Díaz Ayuso o el argentino Javier Milei), estos casos representan una oportunidad para analizar la compleja cuestión de la determinación sexual y la gran diversidad corporal que en realidad existe en las personas.

El origen de la controversia

Una de las primeras cuestiones que hay que aclarar es que en ningún caso se trata de atletas transgénero. Así lo ha detallado el portavoz del COI, Mark Adams: «Son mujeres según sus pasaportes y se establece que así es, que son mujeres.

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