Las infecciones son algo común, que todas las personas experimentamos a lo largo de nuestra vida. Normalmente, el cuerpo humano (con ayuda, a veces, de intervenciones médicas) las combate y no causan ningún problema grave; sin embargo, algunas de ellas pueden llegar a provocar complicaciones muy graves e incluso ser letales. La sepsis o septicemia es uno de los extremos más severos a los que puede llegar una infección.
¿Qué es una sepsis?
La sepsis es una complicación de una infección que se produce por una respuesta inmunitaria generalizada que llega a dañar los propios tejidos. Normalmente, es el resultado de la propagación de la infección por todo el cuerpo a través del torrente sanguíneo, aunque no siempre es así.
En la mayoría de los casos, las infecciones que provocan sepsis son bacterianas, aunque también pueden ser víricas o por otros microorganismos, y frecuentemente parten desde órganos como los pulmones, el estómago o la vejiga.
¿Cuáles son sus síntomas?
La sepsis tiene una sintomatología bastante característica que, incluso, puede ser crucial para diagnosticarla cuando la infección no sea detectable en la sangre.
Concretamente, se producen cambios en el estado mental (que pueden incluir desorientación y confusión), un descenso importante de la presión arterial sistólica y una elevación de la frecuencia respiratoria.
Otros signos que pueden aparecer son fiebre,