Su caja de resistencia se llama crowdfunding. Desde hace semanas los enfermeros portugueses llevan de cabeza al Ministerio de Salud y a los sindicatos clásicos que ni pinchan ni cortan en una protesta que se extenderá a enero de 2019.

Entre los cientos, miles, de huelgas habidas en el país, de todos los colectivos que se quieran imaginar (principalmente públicos), solo ha habido dos que han quebrado la resistencia del Gobierno, los estibadores (con una férrea estructura que llega hasta a practicar la violencia con los tibios) y los enfermeros de quirófano.

Desde mediados de noviembre, cinco hospitales de Lisboa, Oporto, Coimbra y Setúbal sufren intermitentes huelgas de su personal de quirófano. Son solo el 6% de los enfermeros del país, pero han obligado a aplazar más de 7.000 cirugías. La ministra de Salud, Marta Temido, les ha calificado de “crueles” por cebarse en “la gente más indefensa”. Lejos de arredrarse, han anunciado más huelgas para enero si el Gobierno sigue sin atender sus exigencias de aumento salarial, aumento de las promociones y aumento de las plantillas, desbordadas tras la reducción del horario laboral de 40 a 35 horas semanales.

Aparte de su resistencia ante la ofensiva gubernamental, el movimiento de los enfermeros también escapa al control de los sindicatos clásicos, especialmente de la Confederación General de Trabajadores Portugueses (CGTP), muy poderosa en el sector público, como es el caso.

Los enfermeros, reunidos en torno a varios sindicatos profesionales, el SINDEPOR y ASPE, aguantan los días y las semanas de huelga, sin trabajar pero también sin sueldos, gracias al crowdfunding, a la recaudación popular de fondos a través de internet. En la primera oleada de huelgas, solicitaron 300.000 euros y obtuvieron 360.000 a través de la plataforma de PPL (Portugal Por la Salud).

El éxito de este sistema de financiación ha levantado los recelos de unos y de otros, que no se creen que detrás haya gente anónima dispuesta a dar dinero a fondo perdido.

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