Las autoridades llaman a mantener la calma y evitar el histerismo colectivo ante la inesperada escalada de afectados por el coronavirus de Wuhan (Covid-19) en Italia. Pero el pánico se está propagando más rápido que el propio virus en el país transalpino y la lógica preocupación se está transformando en fatalismo en algunos casos.

Una concatenación de sucesos ha creado un caldo de cultivo perfecto para alimentar un clima de alarmismo. Por un lado, las informaciones se suceden a un ritmo vertiginoso, algunas son incluso contradictorias o incompletas. Además, se desconoce cómo se produjo el primer contagio, ya que el considerado paciente cero, un italiano que ha regresado recientemente de China, no ha presentado síntomas de la enfermedad y ha dado negativo en las pruebas que buscaban el virus en su organismo. Por otro lado, los casos han aumentado de forma exponencial en poco tiempo y no se han realizado suficientes controles a todas las personas que han regresado a Italia procedentes de China. En las primeras horas, el Gobierno ha admitido la gravedad de la situación, pero no ha ofrecido aclaraciones precisas y la web del Ministerio de Sanidad, que no ha aportado por el momento cifras oficiales, ha estado fuera de servicio la mañana del sábado. Todo ello está creando la tormenta perfecta para avivar el nerviosismo.

Aunque hay más motivos para mantener el sosiego que para dejarse llevar por el pánico. Dos de los tres primeros casos registrados en Italia hace unas semanas —una pareja de turistas chinos y un italiano llegado de Wuhan— han dado negativo en las últimas pruebas del sábado, lo que significa que su organismo ha batido al virus y han superado la enfermedad. «El coronavirus de Wuhan no es una enfermedad mortal y tiene curación», se han afanado en decir los responsables sanitarios del hospital Spallanzani de Roma, el centro de referencia especializado en enfermedades infecciosas en Italia y en el que están ingresados los primeros desde hace semanas. En las televisiones se suceden las intervenciones de epidemiólogos y expertos que ofrecen consejos de prevención y repiten un mensaje al unísono: «La letalidad del virus es baja,

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