A la hora de cocinar y comer nos condicionan las costumbres culturales, la gastronomía del territorio que habitemos. El plato más sencillo puede cambiar totalmente su sentido si lo comes en Asia o Europa occidental, en gran parte debido a los condimentos. Un micronutriente cuya presencia en el plato no se tiene en duda es la sal, pese a estar directamente vinculada a enfermedades tan prevalentes en España como la hipertensión. Por tanto no es inocua y además potencia el riesgo de cáncer gástrico, según un estudio reciente.

La manida expresión la sal de la vida da buena cuenta de cómo históricamente se ha pensado que los efectos de este condimento no solo no eran negativos sino que eran positivos. El salero en la mesa ha sido, junto al aceite de oliva y el vinagre, el combo básico de la mesa mediterránea. Incluso se ha banalizado con el gesto de añadir sal en el plato una vez que el alimento ya se había condimentado durante su elaboración.

La importancia de este factor externo, ambiental, que es la dieta, se une a los condicionantes genéticos a la hora de desarrollar cáncer gástrico. En España, como en el resto de Europa, no es de los tumores más prevalentes, afectando a unas 7.000 personas anualmente,

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