Mis madres del WhatsApp me han dicho que lo más importante para hacer una compra con conciencia es pararse a pensar un momentito antes. Así que escribo una lista de la compra para mi primer día sin plásticos de un solo uso: leche, zumo, carne, jamón york, queso, ensalada. Facilito, empecemos suave.

Salgo de casa tan contenta con mi lista. He olvidado la bolsa de tela. Subo y cojo tres de las tote bags que se reproducen en el perchero de mi entrada (no recuerdo haberlas comprado). Bajo otra vez. Pienso que sin algo plástico rodeándola, la carne me va a mojar la bolsa de tela. Así que subo otra vez y cojo tres táperes. La idea se la he copiado a mi compañero Pablo Cantó que hizo un experimento parecido en Verne. Pero yo soy una señora y me da mucha vergüenza parecer la loca de los táperes. Pienso: no puede ser peor que cuando llevo a los niños al cole en pijama, así que bajo otra vez en ascensor. Menos mal que no va a gasolina, la huella ambiental de esta comprita sería histórica.

Mi intención es comprar donde lo hago casi siempre. Carrefour Express debajo de casa. En mi hogar casi toda la comida la compra y la cocina mi novio (un cariñoso saludo). Yo pillo lo que falta de noche, cuando vuelvo de trabajar. Por no pedir bolsa, me suelo meter las cosas en el bolso. Y a veces se me olvidan ahí.

Pero como esto es un «trabajo de investigación» hoy son las diez de la mañana. Hay menos gente que a las diez de la noche y ninguno parecemos agotados. De día se compra de otra manera, con más alegría y concentración. Aun así no encuentro leche en botella de cristal (consumo diario del hogar, litro y medio). El embutido y la carne están enfundados en plástico. Alguna fruta va suelta, pero la pegatina térmica fijo que lo lleva. Veo obscenas bolsas preñadas a su vez de bolsitas monodosis de kétchup y me agobio.

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